Referencias del autor en prensa escrita y catálogos

 

Rafael Casado y Lola Petit

Margot Molina

EL PAIS

 




 

ARCO 2001

Ifema. Madrid

Cuatro estaciones o la inmovilidad es el título con el que Rafael Casado (Jerez, Cádiz, 1968) acude por primera vez a la feria. Sus acrílicos son una búsqueda del movimiento y un abandono de la forma (168.000 pesetas cada una). Lola Petit (Sevilla, 1971) también se estrena en Arco con Alimento completo (60.000 pesetas), un fotomontaje digital que forma parte de Alma de fresa, pura indagación sobre su cuerpo y un sentimiento de autodestrucción. Galería Carmen de la Calle (Pabellón 7, M138).

* Este artículo apareció en la edición impresa del jueves, 15 de febrero de 2001.

 

 

 

Los sitios de Rafael Casado

 

Gonzalo Figueroa

 

Texto para catálogo

Sala Rivadavia 2003

Cádiz

 



Rafael Casado es un espectador comprometido. Pero su compromiso no conoce los límites que el egoísmo o el tan manido mercantilismo ponen a veces a la labor, o más que a ella, a la función del artista. En su permanente e inquieta evolución, este creadorenriquece el oficio con el asombro. Y   esta desconcertada extrañeza la concentra en una necesaria contemplación del hombre y de la naturaleza que lo conforma, lo rodea y, en cierto modo, encierra…

 

…con ello, Rafael Casado nos encandila al demostrar que no busca la belleza al uso, sino la emoción que anhela despertar en los que, con él, pero cada uno a su manera, sean capaces de profundizar en el inmenso panorama de su originalísimo empeño artístico.



El espacio de la memoria
Alucinación, de Rafael Casado

 

Manuel J. Ramos Ortega
Catedrático de Literatura Española. Universidad de Cádiz.
Febrero de 
2012

 




A veces olvidamos con cierta facilidad que un poema o un cuadro es un espacio que el artista abre al lector-espectador. Es una ventana a una realidad diferente a la que estamos acostumbrados a ver a diario. El arte moderno y, en concreto la poesía, es subsidiario, también en España, de los movimientos de vanguardia. El surrealismo apadrinó a una gran parte de los poetas españoles que dejaron sus mejores obras entre 1924-1936 (Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, José María Hinojosa), pero también a los pintores (Dalí) y cineastas (Luís Buñuel). El periodo histórico vivido por Europa durante estos años, situado entre dos guerras, propició que el hombre se refugiara en lo irracional y en la imagen onírica. Ya sea pintura, literatura, cine y hasta música... 

 

     Leer un poema o mirar un cuadro es pues un ejercicio de des-realización que nos remite a un espacio que, en nuestro caso (poema de José Hierro y pintura de Rafael Casado) no es una realidad física sino transferida a la memoria, a los sueños (con toda la carga de componente psicológico que esto conlleva).

 

     De hecho el poema Alucinación de José Hierro, en el que se ha inspirado Rafael Casado para realizar su obra, no describe un espacio real, sino imaginario. José Hierro nunca tuvo ocasión de contemplar en vivo los árboles de Dublín y, sin embargo, los describe perfectamente: Me acuerdo de los árboles de Dublín. / (Imaginar y recordar/ se superponen y confunden;/ pueblan, entrelazados, un instante/ vacío con idéntica emoción. /imaginar y recordar...).  La memoria como origen de la poesía es un elemento recurrente en la poesía de José Hierro. 

     Claro que la obra de Rafael Casado es un ejercicio, como diría un estructuralista, de doble articulación lingüística, como una metáfora de segundo grado. Sobre la lectura del poema de Hierro, Casado nos deja una segunda lectura que el espectador debe decodificar en la medida de lo posible leyendo el poema de Hierro, aunque tampoco es imprescindible porque la Alucinación de Rafael Casado es ya -una otra alucinación- que, aunque tenga caracteres similares a la del poeta, nos entrega una propuesta personal.  El cuadro se ha ido construyendo a sí mismo a resultas de evocaciones o sensaciones movidas por el mensaje de Hierro (las hojas, el color terroso). El resultado es aparentemente neutro, simple y casual, pero en cuanto te dedicas a observar el lienzo aparece el sello intelectual del esfuerzo y del saber manejar color, tono y trazo. Rafael Casado ha hecho su viaje particular al poema, ha visitado ese espacio memorialístico de las palabras evocadoras de Hierro sobre el que ha construido otro espacio que podemos visitar también nosotros con nuestra propia mirada.

 

 

 

 

 

 

 

El arte está en el aire

 

Juan José Téllez

Poeta y periodista.

 

Texto para catálogo

Casa de la Provincia

Fundación Caja San Fernando/Diputación de Sevilla. 

Sevilla. 2005

 




 

Rafael Casado reúne no menos de cuatro series en una exposición plástica que tiene que ver con el volumen, con el cromatismo, con el movimiento y con las dimensiones de la realidad. Para ello, viaja a través de numerosos pretextos quizá ya vistos en el último medio siglo del arte español, desde Chillida a Antonio Rojas, pero lo que no puede discutirle nadie que al cabo de dicha pesquisa ha encontrado un acento personal, más allá de la sombra de los maestros.

Todas estas propuestas las unifica ahora bajo un mismo tratamiento técnico, que parte de la tinta china y el acrílico sobre tela, pero en ningún caso se trata de formas gratuitas, caprichosas sino conceptuales: no hay más que echarle un vistazo a los títulos de tales trabajos para darnos cuenta de que este autor tiene muy claro qué es lo que pretende y, en sus resultados finales, no hay casualidad sino constancia. Sus argumentos gráficos pueden relacionarse con el ámbito del croquis y del plano, pero se sirve de tal azaña para reflexionar sobre el límite, que no es otra cosa que "aquello que se acerca a algo sin llegar a tocarlo". Ese algo, a fin de cuentas, no es más que la realidad tozuda y subjetiva, levantada sobre átomos, células o simples líneas que en su pintura se nos presenta a veces como un mundo sin geografía, como ya ensayaran otros artistas precedentes y cabe recordar, por ejemplo, aquella Batalla sin ámbito que nos regaló Guillermo Pérez Villalta cinco años atrás: nada más lejos posiblemente su obra de la de Rafael Casado, pero nada más cerca quizá, al mismo tiempo.

 

Tal vez sea ese el mejor y el mayor secreto del talento de Casado: su enorme capacidad de síntesis, su ideología o, mejor, su sólida filosofía que incorpora a su obra como otro elemento más del cuadro. Porque él no desprecia el más mínimo elemento que sirva para dialogar con el espectador. Por ejemplo, el color, con el que juega desde el negro-negrísimo a los mates amables. No es informalista su pintura, sino real: lo que no quiere decir que sea realista, sino que, sencillamente, busca saber en qué consiste la realidad, cuáles son sus fronteras y cuáles sus mares abiertos.

 

"Aristas del aire", nombra a una de estas secuencias. Artista del aire, más bien. Y sí, desde hace mucho, la respuesta a las viejas preguntas de Bob Dylan está en el viento, el arte de Rafael Casado está en el aire y guarda relación con las intuiciones, con los espejismos, con los presentimientos.

 


Rafael Casado indaga en el arte de hacer visible lo invisible

El artista expone, hasta el próximo 14 de diciembre y en la sala del Colegio de Arquitectos, la serie 'Armonías viajeras'


Pilar Vera Cádiz 23 Noviembre, 2013 - 05:00h

Rafael Casado cita a Alvar Aalto como introducción a sus Armonías viajeras, la colección de piezas que el artista expone desde ayer en las salas del Colegio de Arquitectos. "Aalto decía que hay que creer en los sueños, y que el arte no es otra cosa que hacer visible lo invisible", comenta. Y algo así es lo que ha pretendido en la exposición que presenta en el COA hasta el 14 de diciembre: una selección de los trabajos que ha realizado durante los últimos cuatro años. En total, diecisiete piezas -catorce cuadros, entre óleos y acuarelas, y tres esculturas en acero inoxidable- que juegan con los conceptos de forma y abstracción, de lo que se intuye, lo que te pulsiona más allá de cualquier etiquetaje. 

"El concepto de realidad -explica Casado- tiene una doble lectura, involuntaria en parte: lo real como lo visible y lo irreal como aquello que hace posible lo visible. Lo que vemos no es más que un espejo de lo que llevamos dentro. En este sentido, crear es en gran medida plasmar lo que sucede de dentro hacia afuera. Por eso en gran parte, la estética no es estática, sino algo que invita a la participación, a completar". 

"También Chillida decía -apunta- que uno hace lo que es, que hay cosas que no se pueden describir". 


Rafael Casado Cerezo (Jerez, 1968), director de enseñanzas artísticas en el Estudio Bahía Blanca de Cádiz y el Estudio Crevillet de El Puerto, comenta que un error común entre aquellos que pretenden acercarse al arte abstracto es hacerlo tratando de desencriptar: "No hay que buscar entender -indica-. Yo no te tengo que entender: te veo y te asumo, mido lo que me transmites, me gustas o no. Con este tipo de arte es igual". 


Armonías viajeras se concibe como un homenaje al poeta José Hierro, en un año en el que se cumple el décimo aniversario de su fallecimiento. Algunos de sus versos le dan nombre, incluso, a piezas de la exposición: "A lo largo de mi vida, siempre he tenido la sensación de que cuando pintaba estaba trabajando sobre algo que había visto, que había experimentado, que había leído -indica Casado-. Así, poco a poco, sin que te des cuenta, vas formando una línea de creación, hasta tal punto que en un momento determinado puedes descubrir que estás creando imágenes sobre palabras que remiten a poemas de José Hierro o de Antonio Machado". 


Frente a la colección de lienzos, en los que el proceso creativo -afirma Casado- es muy parecido a un juego "mucho más libre", en la serie de acuarelas la elaboración es mucho "más íntima: el formato más pequeño hace que el ejercicio de control sea mucho mayor, está mucho más contenido". En contraste a estas piezas, las esculturas seleccionadas para Armonías viajeras "no establecen una retórica a través de la forma: los cuerpos aparecen en oposición al mundo complejo". 


Todos ellos, buscando una armonía final que incluye la composición de las obras, su distribución y textura cromática. 

"Chillida aseguraba que nunca había que perder de vista la medida del horizonte -comenta Rafael Casado-. Y la medida del horizonte es, aproximadamente, 160 centímetros: la altura media de los ojos. Yo he querido trabajar aquí bajo esa clave, la clave del horizonte". 


Tras años de creación en el campo de la plástica -Rafael Casado lleva exponiendo de manera habitual desde 1996-, el artista subraya que para él lo importante viene a ser el proceso hacia la obra, el viaje mismo hasta el resultado: "En clases de composición -indica-, trato de transmitir que pintar un cuadro no es el objetivo, sino vivirlo". 

"Cada día ponemos en la obra más dudas que certezas -reflexiona, en palabras de Antonio López-. Pero esa tensión es precisamente lo que nos mantiene vivos, la misma búsqueda".



 

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